Controlando el flujo asociativo

Labyrinth de Luis Royo
El proceso de aprendizaje de la lectura de cartas posee una estructura relativamente constante, casi todos pasamos por las mismas etapas. Quien se enfrenta con un tarot descubre que éste le despierta la imaginación y un montón de ideas comienzan a llegarle, proceso delicioso en ese momento. Un estímulo visual nos lleva a partir de un flujo asociativo de ideas a algo completamente distinto y que, muchas veces, no tiene nada que ver con el estímulo desencadenante. Durante esta etapa los lectores noveles se sienten muy inspirados. Pero claro, se enfrentan al primer consultante y éste los corrige: “no, no tengo hijos”, “no, no estoy casada”, “no, no trabajo en un banco”, “no, no conocí a mi esposo en una feria de libros viejos”. Primer sacudón de realidad. Pero puede ocurrir que en caso de realizar una lectura a futuro, que exponga una interpretación supercompleja, con infinidad de detalles, pero que luego de un tiempo vuelva el consultante para decir que nada de lo pronosticado ha ocurrido, absolutamente nada. Pero al revisar la tirada se descubre que las cartas sí contaron lo que verdaderamente ocurrió, pero como el lector comenzó a delirar a causa de un flujo asociativo que lo llevó demasiado lejos de lo que las cartas contaban, terminó no viendo lo que tenía frente a sus ojos poco entrenados.

Creo que todos los cartománticos han pasado por esto en sus comienzos. Ahí es cuando comenzamos a ponerle freno a la imaginación y tratamos de leer las cartas, ver lo que en verdad dicen, pero para ello debemos protegernos de alejarnos demasiado de su contenido simbólico. Si un as de oros lo vemos como un círculo, debemos volver enseguida a tierra y recordar que es un as de oros. No todas las ideas que nos llegan son correctas, algunas lo son y otras no, por lo que deberemos aprender a reconocer las que son correctas de las que no lo son. Además, las correctas generalmente son muchas menos que las incorrectas, por lo que hay que frenar la imaginación. No te creas eso de la intuición como guía, porque puedes estrellarte contra una pared.

Hay que protegerse del flujo asociativo y de eso que se llama intuición, porque se equivocan demasiado. Hay que leer las cartas y no alejarse demasiado de éstas. En ellas está la respuesta, no en subproductos secundarios de nuestra fantasía. Cada idea debemos corroborarla en las cartas y en lo que es posible que ocurra.

Al comienzo los lectores defienden sus lecturas apelando al poder de la intuición. Cuando al final son capaces de leerlas, esa palabra desaparecerá de su vocabulario, porque la lectura de cartas es muy racional. Puede ser un proceso irracional la llegada de ideas, pero la racionalidad se aplica a la hora de seleccionar las ideas que tengan sentido con una tirada. Los veteranos lectores de cartas no miran al cielo esperando inspiración divina, o que las ayudas espirituales lleguen, sino que miran las cartas que tienen frente a sus ojos, porque ahí se encuentra toda la información que éstas pueden brindar.

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